23 octubre 2010

Yo sé que fieros y hambrientos dos ojos en ti clavados siguiendo van tus cuidados miradas y movimientos. Por más que sigan atentos los giros de tu pasión podrá ser que la ocasión sin aprovechar se quede. Pues vigilarte no pueden las telas del corazón. Yo sé que el labio de un hombre por tu amor capaz de todo recoge a montones lodo para volcarlo en mi nombre. Me callo sin que me asombre la bajeza de su acción de su vil difamación, si queda rastro, que quede. Yo sé que manchar no puede mi nombre en tu corazón. De ojos, mano y labio impío, apostados en acecho para robarte del pecho tu corazón todo mío. Lucharán en el vacío sin lograr su pretensión hasta que de mi pasión liberada por Dios quedes. Porque ni tú misma puedes mandar en tu corazón. 

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Todos los hombres son un sorete con patas